viernes, 18 de septiembre de 2015

Cosas de Miguelón


Hace no mucho tiempo tuve la oportunidad de visitar, en la hermosa ciudad de Burgos, el interesantísimo Museo de la Evolución Humana. Allí me encontré con Miguelón cara a cara. Le miré lleno de asombro a los ojos, bueno, a esas cuencas inmensas vacías en su cráneo de Homo heidelbergensis (especie extinta del género Homo, que surgió hace más de 600 000 años y perduró al menos hasta hace 200 000 años). Primera especie humana en la que es posible detectar indicios de una mentalidad simbólica. Y Especie cuyo nombre científico deriva de la proximidad de la ciudad de Heidelberg (Alemania) al lugar donde fueron hallados los primeros fósiles, lo que subraya el hecho de que se trata de los primeros homo que alcanzaron las estepas del centro y norte de Eurasia). Digo –tras este inciso explicativo extraído de Wikipedia- que le miré a los ojos y vi sus ancestrales recuerdos de especie propia heredera de evoluciones anteriores. Leí su ser de migrante, de refuegiado desde aquella África originaria de la que salió por razones de necesidad. Bien es sabido que el hábitat que ofrece la suficiente seguridad y garantía de sustento convierte a sus moradores en población estable. Solo la ruptura de esa condición por algún motivo obliga al movimiento en busca de un lugar mejor. Y así el tatarabuelo de Miguelón y los suyos y sus descendientes, a lo largo de miles de años de especies de homínidos, llegó con los suyos hasta Atapuerca y mucho más allá –curiosamente la zona de Eurasia (destino Alemania -en un reduccionismo- que diríamos hoy. Curiosa coincidencia. ¿No creen?)… Y he aquí que Miguelón, sorpréndase ustedes, se puso triste. ¡Lo que oyen! Y en un susurro me dijo que no entendía cómo nosotros, sus tataranietos, con mucha más capacidad intelectual y evolutiva que ellos, como homo sapiens sapiens, hemos cambiado tan poco. "Seguís necesitando emigrar porque las condiciones de pronto cambian e impiden vivir allí donde estabais. Seguís buscando vida cuando lo habéis perdido todo y cuando ya no tenéis nada más que perder, teniendo tan solo posibilidad de mejora o en su caso de muerte, ya de por sí inevitable. Ante esta situación no hay miedo que pueda retener a nadie –afirmó con rotundidad- Seguís impidiendo que los que llegan a un territorio nuevo entren en él porque son otros, distintos, porque seguís teniendo un miedo infundado a que os quiten la caza, bueno, ahora otras cosas que no sé muy bien qué son… Seguís haciéndoos la guerra, peleando por no sé qué cosas. Y algunos, unos pocos, sí que ayudan a los que llegan y les cuidan y les dan alimento y vestido. Mientras los líderes del grupo se juntan a decidir qué hacer con los que llegan, muchos seres pequeños se adelantan y ayudan. Ya se sabe que cuando el mamut –creo que ahora son elefantes- comienza a moverse, las hormigas ya han llegado a su destino. ¡Qué gran verdad! Seguís… Decís que habéis evolucionado mucho pero no veo que sea tanto. Os parecéis mucho a nosotros aunque seáis más inteligentes y no viváis en cuevas ni cacéis… piénsalo bien, me dijo, si a nuestros ancestros no les hubiesen dejado emigrar tú no estarías aquí hablando conmigo, porque ni tú ni yo estaríamos en estas latitudes. Migrar es humano desde que empezamos a serlo y hasta que lo seamos Dios sabe de qué modo. La fuerza del buscar una vida mejor es irrefrenable. La esperanza no se puede detener ni con palos, hachas de sílex, porras, alambradas, o lo que sea… Son humanos. Somos humanos. Sois humanos. Aspirad a cambiar, a evolucionar a algo mejor"… Y entonces enarcó sus prominentes arcos superciliares y quedó en un inmóvil silencio. Hierático. Fosilizado. Por un momento pensé que me había vuelto loco, o había tenido un sueño extraño amparado en aquellas cuencas oculares vacías. Puede ser que así fuera pero un leve guiño de Miguelón me confirmó que este buen abuelo me había transmitido algo muy profundo desde su sabiduría infinita. Sonreí entonces y salí de la sala, mirándole de reojo, hacia la estepa de este mundo...

(Nota: Perdónenseme las posibles imprecisiones respecto a los aspectos evolutivos que haya podido cometer en esta ficcional reflexión).

Imagen tomada de www.rtve.es

viernes, 11 de septiembre de 2015

¿Por qué? Papá

Ante la crisis humanitaria de gran calibre que supone ese éxodo masivo de refugiados Sirios, les propongo hoy una sencilla ficción que bien podría reflejar la realidad que a diario nos parte el alma... Léanlo con el corazón...


Papá ¿Por qué nos están bombardeando? ¿Por qué se oyen disparos por todos los lados? ¿Por qué salimos de noche y dejamos nuestras cosas en casa? ¿Por qué no viene los abuelos? ¿Por qué no paramos de caminar? ¿Por qué nos juntamos tanta gente? ¿Dónde vamos todos juntos? ¡Tengo hambre, papá! ¡Estoy cansado! ¿Podemos parar un poco? Súbeme en brazos ¿Por qué mamá llora? ¿Puedo jugar con otros niños? Anda, porfa, solo un ratito… ¿Por qué paramos ahora? ¿Tenemos que pasar por esa barrera? ¿Por qué no dejan pasar a los que van delante? ¿A nosotros tampoco? Dame un poco de agua. ¿Por qué han puesto esa valla llena de pinchos? ¿No quieren que pasemos? ¿Qué pasa papá? ¿Te has enfadado? No llores que me pongo triste. ¿Puede dormir un poco? Mamá, abrázame. Tengo un poco de miedo y de frío, pero solo un poco que yo soy muy fuerte. ¿Ya nos vamos? Jo. He dormido muy poco. No quiero. Quiero quedarme aquí. ¿Solo desayunamos ese pan duro? ¿Cuándo se acaba esa valla? Papá, no la sujetes con las manos, te vas a hacer una herida. ¿Quieres que pase por ahí abajo? ¿Y mi hermanito también? ¿Y mamá? ¿Y tú vas a pasar? Papá, date prisa, vienen unos policías corriendo. Gritan pero no sé lo que dicen, no les entiendo. Corre, papá, ¡Corre! ¡Más deprisa! Ya. Ya dejo de llorar. Es que me he asustado mucho. Querían pegarnos ¿Por qué, papá? ¿Somos malos? ¿Hemos hecho algo malo? No me gusta esto. Quiero volver a casa ¿Por qué nos hemos ido? ¿Por qué no han venido los abuelos? ¿Dónde vamos? Esto no es una excursión ¿Por qué no hemos traído el coche? ¿Por qué nos hacen los policías sentar a todos juntos? ¿No nos quieren? ¿Nos van a llevar a la cárcel? No, papá. No quiero correr otra vez. Los policías me dan miedo. No quiero que me peguen. Por ahí, papá, les han empujado y están pasando mucho. Vamos, corred. Vamos. ¡Bieeeeeen! ¡Hemos pasado! ¡jajajajaja! ¡Hemos pasado! ¡Lo hemos conseguido, papá! Y ahora ¿Qué hacemos? Seguimos caminando. Estoy un poco cansado pero puedo aguantar. Dame la mano. Mira, mi hermanito se ríe y mamá está contenta. ¿Vamos hacia allí? Parece que hay unas tiendas de campaña. Allí podemos pasar la noche. Habrá que llegar pronto. Somos muchos e igual no hay sitio para todos. ¡Mira! Hay comida. Esos hombres y mujeres están repartiendo. Tengo hambre. Vamos a por algo, venga. ¡Qué bien! ¡Este bocadillo está muy bueno! Y esta fruta. ¿Puedo repetir? Hacía días que no comíamos así. Mira, me han dado otro bocadillo y leche para mi hermanito. Me cae bien esa chica. Me ha dado cosas y ha estado jugando un rato conmigo. Se reía mucho. Y también nosotros. Es que estábamos muchos niños y hemos jugado un rato. Sí. Me gusta esa gente que nos está ayudando pero no los policías. ¿Por qué nos querían pegar, papá? ¡Uy! ¡Estoy muy cansado! Creo que me estoy empezando a dormir. ¡Qué bien poder dormir con un techo en esta tienda! ¡Hasta mañana, mamá! ¡Hasta mañana, papá! ¡Ya nos levantamos otra vez! Pero si todavía es de noche. Quiero quedarme un poco más. Aquí tenemos una tienda y comida, y nos han dado unas mantas y un abrigo. Yo no quiero irme. Esa gente nos ayuda. Estaremos bien aquí. No lo entiendo. ¿Por qué tenemos que seguir? ¿Otras vez todo el día caminando? ¡Ay! ¡No me empuje! Mira, hay autobuses y podemos subirnos. Por eso corren todos. Vamos, papá. Vamos mamá. Yo cojo al pequeñín. Empuja un poco. Mamá toma a mi hermano. Papá, cógeme que me aplastan. ¡Aaaaaah! ¡Me hacen daño! ¡Empuja, papá! ¡Mamá, dame la mano! ¡Casi estamos! ¡Bieeeeeeeeeeennnnn! ¡Lo hemos conseguido! ¡Hemos entrado! Papá, ¡Eres el mejor! ¡Te quiero mami! Mira, ¡Sami se ríe! ¡Qué hermanito más bonito que tengo! Ya arranca. Hoy no caminamos más. Pero ¿Ya se ha acabado el viaje? ¿Así de cortito? Jo, papá, no quiero andar otra vez. ¿Ahora hay que ir por esta carretera? ¿Y si nos pilla un coche? No quiero ir. Estoy cansado. Me duelen los pies. Vale ya. Quiero volver a casa. Mira papá, es una ciudad. Estamos llegando. ¿Nos podremos quedar en una casa o en un hotel? ¡No! ¿Por qué? ¿Cuándo llegamos? ¿Por qué hay tantos periodistas con cámaras? Nos están rodeando. ¿Puedo saludar? A lo mejor nos ven los abuelos en las noticias y vienen a buscarnos y nos llevan a casa. Es buena idea, ¿verdad? ¿Por qué no quieres que hable con ellos? Hala. Ahí hay otro campamento. Mira, dan comida y hay tiendas. Si son tan majos como los del otro sitio podríamos quedarnos algo más de tiempo. Necesitamos descansar. Es una estación de tren. A lo mejor, después de comer y dormir un poco podemos subir a un tren y que nos lleve. Iremos más cómodos. ¿Podemos hacerlo, papá? ¡Qué buena está la comida! La chica que nos lo ha dado era muy guapa. No sé en qué habla porque no la entiendo pero se porta bien con nosotros. ¿Por qué se mueven todos de repente? ¿Va a salir un tren? ¿No puedo acabar la comida? Vale. Ya lo sé. Hay que empujar como en el autobús ¿Por qué todo el mundo quiere subir a la vez? ¿No hay nadie que mire los billetes? ¡Oh, no! ¡Hay policías! Parece que estos no hacen nada. Bueno, podían poner orden. ¡Ah! ¡Que me aplastan! Mira papá. Esa ventanilla está abierta. Si nos subes Sami y yo nos podemos meter por ella y cogemos sitio para todos. Venga, ¡súbeme! Ya estoy dentro. ¡Ven Sami! Yo te cojo. No llores chiquitín. ¿Por qué sigue empujando la gente? ¡Mamá, no te separes de papá! ¡Vamos, casi estáis! ¡Empuja, papá! ¡Empuja! ¡Mamá! ¿Por qué cojeas? ¿Te han hecho daño? Yo te ayudo. Apóyate en mi. Es aquí. Papá ¿Dónde vamos en este tren? ¿Ya vamos a llegar al final del viaje? ¿Cuándo vamos a llegar? ¿A dónde vamos? ¿Tendremos que caminar mucho más? ¿Nos volverá a pegar la policía? ¿Habrá más vallas? ¿Tendremos que seguir empujando a todos para entrar en los trenes o en los autobuses? ¿Nos van a querer y a ayudar? ¿Vamos a poder entendernos? Papá, no te pongas tan serio, me pongo triste. Seguro que todo va a ir bien. Pronto estaremos en una casa y Sami y yo iremos al cole y mamá y tú podréis ir a trabajar. Y vendrán los abuelos a vernos. Y saldremos los domingos al campo. Y… Mira. Tengo una manzana que reservé de la comida. Podemos compartirla… Y ahora ¿Por qué se para el tren...? ¿Por qué…? ¿Por qué nos pasa todo esto, papá?...


viernes, 10 de julio de 2015

Oxigenar la tierra



Hace unos días escuché a alguien hablar desde la sabiduría del pueblo y del pueblo agrícola. La metáfora, bien traída al asunto que se presentaba, llamó profundamente mi atención de inculto urbanita hasta el punto de haberme hecho pensar desde entonces…  Todo agricultor sabe, argüía, que tras la cosecha debe remover toda la tierra y hacerlo de modo especial cada equis años. Perdóneseme si equivoco algún término o detalle. De ese hecho depende que la tierra se oxigene, cobre nueva vida, se mueva, se plenifique preparándose así para la siguiente y futura siembra Dios sabe de qué… Aparentemente la tierra pierde su uniformidad, su forma asentada y casi normalizada. Esa forma con la que nos habíamos acostumbrado a verla durante meses. No solo se mueve la superficie, sino que el arado saca la tierra que quedaba debajo a la superficie y, tal vez, viceversa… Todo se descoloca. Todo cambia. Todo, en unas horas, deja de ser como era, aparentemente… Es así pero la tierra sigue siendo la misma aunque de otro modo… luego el tiempo. La oxigenación. El remover necesario asentado en nuevo momento de la tierra, más productivo y eficaz –al menos aparentemente- siempre que se den las necesarias condiciones externas. En cualquier caso la tierra está descolocadamente lista en su nueva y necesaria colocación…


Ese sabio popular se refería metafóricamente a una organización que también remueve su tierra para oxigenarla hacia algo nuevo sin ser aún más que esperanza de cosecha. Paso previo necesario y revivificador. Luego será la siembra. Las condiciones externas e internas. Tantas cosas… Pero la tierra se ha removido y oxigenado… Está lista y en proceso nuevo.


Si la metáfora vale para toda una organización, cuánto no lo hará para cada uno de los mortales. ¡Cuánto miedo nos da remover la tierra, la propia! ¡Cómo nos descoloca que se nos remueva de tantos modos! ¡Cómo nos duele incluso! Perdemos las referencias, las seguridades, las comodidades. Surgen los miedos. La inseguridad… Pero después de una tiempo, más a menos largo, ¿Acaso no nos damos cuenta de la oxigenación que supuso? ¿Acaso no nos hizo crecer, avanzar, lograr? ¿Acaso no…?


¡Qué sabiduría la de la tierra, la del pueblo, la de la agricultura! La vida misma ¿No creen? Ojalá dejemos que la tierra personal –al menos- se remueva. Luego esperemos activamente desde el calor interior que impulsa y activa (y que todos tenemos dentro). Y no estaría de más que tantas organizaciones, la misma sociedad, también se removiera un poco o un mucho...


Necesitamos removernos y oxigenar. Lo necesitamos para vivir. Cojamos el arado y manos a la obra…

sábado, 6 de junio de 2015

De lo efímero y lo transitorio...



Cada vez me pregunto más si no estamos haciendo de la vida colectiva y personal una suerte de time line, al modo de las redes sociales. Un tablero donde todo es fugaz, etéreo, repentino, consumible al instante y olvidable a los pocos momentos. Todo se ve (-que no se observa-), Todo pasa, pero no es más que algo instantáneo. En definitiva, algo meramente superficial y transitorio…


Me dirán ustedes, con toda la razón del mundo, que todo, en sí mismo es fugaz, efímero: El tiempo, la vida, las estaciones, las etapas de la vida, las flores, los… Efímero, sí…


“¿Y qué significa efímero? Preguntó el principito.

Efímero significa: Que está amenazado por una próxima desaparición. Contestó el geógrafo.

Mi flor es efímera y la he dejado sola y solo tiene cuatro espinas insignificantes para defenderse del mundo, pensó en alta voz el principito.”


Efímero, que no volátil. Todo tiene, en su intrínseco ser efímero, su tempo, su propia cadencia necesaria. Por eso mismo podemos preguntarnos, como hace el principito, desde la profundidad y conciencia de esta realidad. Y podemos tomar partido, desde el afecto y la reflexión profunda. Y tal vez, entonces, actuar en un sentido u otro, pero un actuar que nace de lo hondo de uno mismo…


Este gran time line en el que convertimos la vida, virtualiza su misma esencia, imposibilitando que la cadencia necesaria de cada cosa, hecho y circunstancia se produzca. Existe, es claro, por mera realidad. Pero lo obviamos acelerando los procesos artificialmente. Anestesiando la percepción de la realidad que tiene su ritmo propio. Es entonces cuando imposibilitamos las preguntas. Cuando bloqueamos raciocinio y afectos más allá de la emotividad inmediata y fugaz. Cuando impedimos, en definitiva, tomar partido desde el sentido profundo en la propia vida personal como en la colectiva. 


Creo que necesitamos ralentizar el tempo, que no el tiempo que físicamente sigue su fluir efímero. Debemos concienciar la cadencia necesaria que nos permita ser, profundizar, vivir… Recuperar el ritmo real de las cosas. Salir de la anestesia colectiva en la que entramos o en la que nos meten porque tal vez así seamos menos personas y más masa, fácilmente manipulable y consumidora…


Nada tengo contra las redes sociales. Las utilizo y disfruto de ellas de cuando en cuando. Pero no son la vida, aunque reflejen una parte. La vida es otra cosa en su mismo ser efímero. Y en esa transitoriedad pautada todo tiene su tiempo, su tempo, su ritmo y cadencia. Disfrutemos de ese metrónomo natural que nos permite ser nosotros, seres humanos en profundidad y plenitud, capaces de juicio crítico y toma de postura…






El tiempo pasó en el vaivén de cotidianos pretéritos. Pasa en el devenir angosto del hoy fugaz. Pasará en el suspiro aún insospechado del mañana...


jueves, 23 de abril de 2015

Día del libro ¿Bailamos?



Hoy es el día del libro. Los mensajes llenan las redes sociales. La mayoría de ellos son acertados y muy hermosos. Hoy incluso se comprarán libros. Se regalarán libros. Muchos. Me gustaría tener un catalejo mágico para seguir calladamente la singladura de cada uno de ellos. ¿Cuántos quedarán encallados en el dique seco de una cruel estantería? ¿Cuántos en el desierto del ostracismo condenados por supuestas faltas de tiempo? ¿Cuántos cobrarán vida intensa en un alma y una mente ávidas de vivir vidas propias y ajenas? ¿Cuántos?... Los catalejos mágicos no existen, ya ven. Una pena ¿No creen? Habremos de conformarnos con fabular como hacen los mismos libros y seguir esta sirga del cotidiano en la que nos vemos insertos y que escribimos, a un tiempo.


Opino que es una pena que el libro, como tantas otras cosas y causas, necesiten un día y no hagamos cada día el día del libro y de tantas otras cosas. Somos así, sospecho. Necesitamos ráfagas de recuerdo que nos despierten del tedio de la velocidad. Necesitamos el día del libro porque el libro, ese viento de vida hecho letra, no es más que un náufrago si no hay alma que lo acoja, que baile con él la danza ritual del pacto ficcional que envuelve y llena, que lleva más allá de lo real e incluso de lo ficticio. El baile que sitúa, de pronto, en la más alta atalaya que contempla el mundo. Atalaya que, curiosamente está tan adentro de cada uno… El libro es así. Capaz de llevarnos más allá. Más arriba. Más adentro. Capaz de hacernos otro y más nosotros mismos. Capaz de conmovernos y movernos. Capaz de hacernos perder la concepción del tiempo y de la vida para devolvernos a esa mar vital con mucha más fuerza, con muchas más herramientas. Capaz de hacernos crecer, de modo imperceptible. Capaz de hacernos comprender mucho más y mucho más allá. Capaz de hacernos como personas. Capaz de…


Ya ven. Una ficción. Un baile ficcional que trasciende espacios y tiempos, que une almas, personas de modo misterioso. Que logra lo impensable… Los catalejos mágicos no existen –salvo en los libros- pero los libros sí. Benditos sean. Bendito sea su día. Benditos los locos que navegan con denuedo por sus aguas de letras haciendo que el día del libro sea cada día y logrando así que nuestro mundo sea una pizquita mejor… ¿Bailamos?