Se acerca la Semana Santa. Se
airean hábitos de cofrade, de nazareno. Cruces de madera. Hachones de cera.
Vírgenes y Cristos. Carrozas. Tronos. Bandas. Saetas. Silencios. Muchos vibran.
Otros callan. Los más, indiferentes, viven su cotidiano vacacional. Tantas
posturas como personas. Una Semana. La de pasión. Semana, mes, año… Uno mira al
mundo y no cesa de ver cruces de tantos tipos: Hambre, pobreza, injusticia,
dolor, desesperación, guerra, violencia, asesinatos, esclavitud, paro, enfermedad,
problemas… (Pongan ustedes lo que crean…). Y de pronto recuerdo a aquella mujer
que viendo un desfile procesional lloraba con toda la amargura del alma puesta
en el mirar humedecido. En mi alma de niño aquella mujer y su llanto quedaron
grabados para siempre. Viva imagen de la pasión profunda que cada uno vive en
lo más hondo. Lo más hondo…
En este mundo de muertes y
pasiones ruge el viento del desconsuelo. Las ocres lágrimas y el duelo parecen
extenderse cual niebla densa, profunda, anegando el alma en pantanosas simas.
Tanto dolor. Tanta inexistencia en la esencia del existir… Diríase que el negro
de tormenta arrecia en amenaza la llanura inmensa de la vida. Diríase. Mas tal
vez no lo sea. Al menos no del todo… Solo tal vez…
El sol apenas rasga el bosque
nuboso, pero consigue hacerlo fulgurando rayos de luz por doquier. Cualquier
resquicio se convierte en potente hilo de luz visible desde cualquier
distancia. Hilo que se hace calor y que genera prismas de luz multicolor,
entrelazado al agua. Hilo que ilumina, calienta, refleja, llama… La misma
negrura contiene luz, aunque nos cueste verlo. Luz… Cruz… La cruz, hecha vela
arriada en lo más alto del horizonte, se hace paso, puerta, posibilidad,
oportunidad, en la dureza inmensa de su ser. Dureza de madera con trazas de
alma. ¿O es durezas del alma con trazas de madero? Paso hacia la luz… Cruz…
Paso...Luz… Tal vez solo sea que estamos
amenazados de resurrección, una y otra vez, con tal que queramos vivirlo así,
aunque no sea fácil. Aunque no lo sea… Nadie puede decir lo contrario…
En este mundo de pasión
necesitamos mirar más adelante, más allá, y empuñar la bandera del rayo de luz
que rasga nubes, de la esperanza, de la resurrección en las pequeñas muertes
cotidianas del desespero. Necesitamos el horizonte de la luz que siempre está.
Siempre… Amenazados de resurrección con tal que queramos serlo porque hay que
dejarse amenazar y ¡ay si todos lo hiciéramos! ¡Cuánta luz no se encendiera! ¡Cuánta
luz rompiendo oscuridad! ¡Cuánto sentido! ¡Cuánta risa derramada desde los
pozos de las mazmorras en que las encerramos! ¡Cuánto encuentro y reencuentro!
¡Cuánta paz! ¡Cuánto recomenzar a andar caminos o a abrir otros nuevos! ¡Cuánta
luz no se encendiera! Si llegásemos a querer…
Pasión, sí pero solo como paso
hacia la luz que aliente pasos, muchos más, aunque vuelva la pasión. Pero el
camino estará aprendido. Pasión. Paso. Luz. Pasos. Nuevos pasos… Y en el
horizonte la inmensidad hecha crepúsculo y aurora. La inmensidad…