domingo, 18 de marzo de 2012

Tan comunicados, tan incomunicados


Obviando el aspecto publicitario final… ¿Cuántas miradas, sonrisas, gestos te has perdido hoy? ¿Cuántas has dejado de mostrar, transmitir…? Comunícate, sí, en la distancia pero también aquí y ahora… Alguien lo necesita. Tú lo necesitas… Alguien lo agradece. Tú lo agradeces… El mundo mejora, tu mundo, el mío, el de todos… Los gestos, las palabras, los abrazos, las miradas, son irreemplazables…


(Gracias a Eduardo por compartirlo y posibilitar esta entrada)

martes, 13 de marzo de 2012

Día de montaña


El pasado domingo disfruté de un bonito aunque duro día de montaña. Mi cuerpo, después de una subida con nieve -y su bajada correspondiente- a unos 1750 metros de altura, pedía auxilio en cada centímetro y aún dos días después reclama clemencia... A pesar de todo fue un día estupendo que debo agradecer a Alfonso, experto en estas lides, y a Carlos que se caracteriza por sus buenas dotes físicas. Así que, ya suponen ustedes que el “piltrafilla” del grupo era este “menda lerenda” con sus botas desgastadas de doce años, y sus dos palitos de apoyo. ¿Imaginan la escena?... He de decir que, salvo caídas repetidas en el tramo de bajada, a rebufo y resoplando, hice un digno papel para ser neófito…

La cuestión está en que, en el silencio de la montaña, bajo un hermoso sol, y subiendo y bajando me dio por pensar en algunas cosas. Ya ven ¡Qué tontería!... 

El inicio fue sencillo, aún por terreno sin nieve, y con una leve subida que invitaba a seguir. ¿Cuántas veces en la vida no nos pasa lo mismo? Nos ilusionamos ante lo nuevo, vemos que es interesante, viable, nos ilusiona, pero, inevitablemente… Comienza la subida con su nieve de diferente dureza y espesor a cada tramo. Paso a paso hay que ir tanteando con prudencia a la vez que con firmeza, con respeto, pero sin dudar…Así, empezamos a subir por una canal –como dicen por esta zona-, no sé si escogida al azar o tomada por una razón concreta... El caso es que pronto dejamos la comodidad y se hizo necesario el ir afrontando la subida encontrando un ritmo propio, cada uno el suyo, nunca igual para todos, pero en cierto modo acompasado. Curiosamente, en diversos tramos no fue el mismo el que fue abriendo camino al resto, como si hubiese habido un pacto invisiblemente escrito. El que iba delante abría camino a todos… Dejaba una huella necesaria para facilitar la subida a los que iban por detrás. En ocasiones, aprovechaba huellas abiertas por otros caminantes desconocidos que pasaron antes. Otras veces, se enfrentaba a la masa de nieve uniforme, virgen, resbaladiza y había de golpearla laboriosamente para trazar una nueva huella, un camino por el que transitar…Y así hasta la primera loma. Un descanso para recuperar y contemplar y nueva ascensión con trazas semejantes… Loma a loma ascendimos, aunque no logramos hacer cima. Lástima… Por decisión unánime emprendimos la bajada. Cortamos a la izquierda por toda una ladera hasta llegar a terreno más favorable. Fue un tramo peligroso en el que pasé miedo… Nieve muy dura. Helada. Ninguna huella. El que iba por delante golpeaba con botas y bastones para abrir una pequeña muesca suficiente para afianzar el pie y dar un paso más. Más de media hora para menos de cien metros… Era difícil ir abriendo nuevo camino pero era peor opción retroceder y buscar otra senda… Abrir camino por la nieve helada y dura… Pronto llegamos al punto de corte donde se alternaban rocas desnudas y nieve, a veces helada, a veces muy reblandecida. Tan pronto resbalabas como metías el pie hasta la rodilla… Mis posaderas probaron en varias ocasiones las delicias de la nieve hasta topar el pie con una pequeña roca que frenase la caída… Aunque juntos en el camino, en ese momento estás solo y debes parar tú y levantarte clavando pies y bastones de apoyo y reencontrar el camino… Y paso a paso, colocando bien los pies, ir descendiendo hasta el refugio que marcaba nuestro punto final de ruta…

¿No es la vida muy parecida? Saber caer. Saber levantarse. Seguir huellas ya trazadas. Abrir nuevas huellas, nuevos caminos. La seguridad del camino ya trazado no es necesariamente el camino a recorrer aunque a veces parace prudente el hacerlo... Al fin, en cierto modo, cada uno va haciendo su camino. A veces alguien va por delante. Otras vas tú mismo abriendo camino… Paso a paso. Firme o resbalando. Prudente o arriesgado… Loma a loma. ¿Se alcanzará la cima?... ¿”Por qué esa canal y no otra”? Avanzar sin retroceder… Abrir surco por difícil que sea… Recoger de los demás pero también arriesgar por los demás… 

Creo que la montaña se convirtió en metáfora y me enseñó mucho más que el disfrute de un hermoso día… Dolorido aún, recordando un difícil rato de despotricar en la bajada tras caídas sucesivas y alguna magulladura me digo, pensando en la vida, lo que una alumna escribió tras una actividad en una mañana de convivencia: “Nadie dijo que fuera fácil, sólo que merecía la pena”… Y mereció la pena y la merece. Cada día. La montaña de la vida…

miércoles, 7 de marzo de 2012

El arte de bendecir


No sé si estoy muy de acuerdo en que el deporte nacional por excelencia sea el fútbol. Es cierto que nos aporta esa vía de escape necesaria que ofrece conversación fácil, pasión colectiva y entretenimiento por el aquel del “pan y circo” latino y más con la que está cayendo... Aún así creo que mucho más que el fútbol, a los españolitos de a pie, de todo tipo y condición: altos y bajos, gordos y flacos, rubios y morenos, guapos y feos, niños, jóvenes o viejos, nos entusiasma hasta el paroxismo el deporte del “maledicere”, que etimológicamente hablando es el “mal decir del o sobre el prójimo”… Vamos, el “poner a parir” de toda la vida a base de cotilleo, cierto o incierto, y a base de meter el dedo –dialéctico, eso sí- en el ojo al estilo Mouriño… Que levante la mano el que nunca haya dicho nada negativo de su vecino, compañero de trabajo, jefe, conocido, familiar… ¿Nadie levanta la mano? Curioso, ¿No? No hay día en que la ración de uñita raspadora no pase por la superficie de la vida individual y colectiva… Lo dicho, deporte nacional eso del “hablar con mordacidad en perjuicio de alguien, denigrándolo” que dice el diccionario de la RAE… Que esto es así, es un hecho. Que nunca lo entenderé, una constatación… ¡Cuánto daño innecesario sembrado a diestro y siniestro! ¿No creen? ¡Cuánto amedrentamiento o, por el contrario, envalentonamiento absurdo! ¡Cuánto malestar! ¡Cuánto cabreo y enfrentamiento generado por casi nada y, frecuentemente, sin motivo!

Otro gallo nos cantaría si dejásemos las botellas medio vacías y nos fijásemos en el vino bueno que tienen. Si en vez de mirar motas de polvo, viésemos la amplitud y belleza del paisaje que se nos ofrece. Si nos empeñásemos en mirar bien y en decir mejor. Si fuésemos un poco más claros y sinceros. Si se nos escapasen halagos y buenas palabras por la boca... ¿No sería este chiringuito del mundo algo mucho mejor? ¿No estaríamos todos más a gusto?... 

Ya sé. Me dirán ustedes que por qué hacerlo si todos hacen lo contrario. Lógico. ¿Por qué arriesgarse a ser el “pringao” de turno que se exponga al escarnio colectivo –de nuevo el canguelo al maldecir-? Plantéensenlo fríamente: ¿Y por qué no?... Quizá se consiga más de lo que supuestamente se pierda. Ya sé que lo que propongo, el “bendecir” –biendecir-,  es todo un arte pero el arte, recuerden, lo embellece todo, lo hace más agradable, posibilita casi todo alrededor… Ojalá hagamos del arte nuestro deporte rey, del arte del “benedicere”, del arte del “bien decir” del otro, del prójimo con el que vamos codo a codo por el camino. Si lo logramos, otro gallo nos cantará. Seguro…