Hoy es el día del libro. Los
mensajes llenan las redes sociales. La mayoría de ellos son acertados y muy
hermosos. Hoy incluso se comprarán libros. Se regalarán libros. Muchos. Me
gustaría tener un catalejo mágico para seguir calladamente la singladura de cada
uno de ellos. ¿Cuántos quedarán encallados en el dique seco de una cruel
estantería? ¿Cuántos en el desierto del ostracismo condenados por supuestas
faltas de tiempo? ¿Cuántos cobrarán vida intensa en un alma y una mente ávidas
de vivir vidas propias y ajenas? ¿Cuántos?... Los catalejos mágicos no existen,
ya ven. Una pena ¿No creen? Habremos de conformarnos con fabular como hacen los
mismos libros y seguir esta sirga del cotidiano en la que nos vemos insertos y
que escribimos, a un tiempo.
Opino que es una pena que el libro,
como tantas otras cosas y causas, necesiten un día y no hagamos cada día el día
del libro y de tantas otras cosas. Somos así, sospecho. Necesitamos ráfagas de
recuerdo que nos despierten del tedio de la velocidad. Necesitamos el día del
libro porque el libro, ese viento de vida hecho letra, no es más que un náufrago
si no hay alma que lo acoja, que baile con él la danza ritual del pacto
ficcional que envuelve y llena, que lleva más allá de lo real e incluso de lo
ficticio. El baile que sitúa, de pronto, en la más alta atalaya que contempla
el mundo. Atalaya que, curiosamente está tan adentro de cada uno… El libro es
así. Capaz de llevarnos más allá. Más arriba. Más adentro. Capaz de hacernos
otro y más nosotros mismos. Capaz de conmovernos y movernos. Capaz de hacernos
perder la concepción del tiempo y de la vida para devolvernos a esa mar vital
con mucha más fuerza, con muchas más herramientas. Capaz de hacernos crecer, de
modo imperceptible. Capaz de hacernos comprender mucho más y mucho más allá.
Capaz de hacernos como personas. Capaz de…
Ya ven. Una ficción. Un baile
ficcional que trasciende espacios y tiempos, que une almas, personas de modo
misterioso. Que logra lo impensable… Los catalejos mágicos no existen –salvo en
los libros- pero los libros sí. Benditos sean. Bendito sea su día. Benditos los
locos que navegan con denuedo por sus aguas de letras haciendo que el día del
libro sea cada día y logrando así que nuestro mundo sea una pizquita mejor…
¿Bailamos?