martes, 23 de diciembre de 2014

Días entrañables



Estamos ante días entrañables. Entrañables, sí, de entraña.  Y entraña proviene del término latino “(del pl. n. lat.) interanĕa”, literalmente: “intestinos”.  Así pues cabe pensar que estamos en días de dar hartazgo a la entraña a base de comidas y cenas de sobreabundancia… Es una opción a contemplar,  mientras nos sentamos a la mesa con esos familiares, amados o no tanto, durante las horas que faltan -a menudo- durante el resto del año. Sin olvidar, claro está, los presentes que acompañan el mencionado acopio gastronómico y enológico. Tal interpretación, muy extendida por otro lado, me parece altamente reduccionista, sonándome a una revivificación de las intensas Saturnales romanas que ocupaban estas fechas (creadas –curioso- para animar al pueblo tras una gran derrota militar).


Por mi parte prefiero recuperar otras acepciones de la palabra que recoge nuestro DRAE: “2. f. Parte más íntima o esencial de una cosa o asunto. 3. f. pl. Cosa más oculta y escondida. 4. f. pl. El centro, lo que está en medio. 6. f. pl. Índole y genio de una persona”. O lo que es lo mismo: lo que es más nuestro y esconde o guarda nuestra mismidad y centralidad, aquello que es plenamente esencial. Pues bien. Creo que estas fechas, efectivamente, son entrañables. Lo son porque van a la entraña. Porque Dios, desde un punto de vista creyente cristiano, quiere entrañarse en cada uno. Llegar a esa entraña. Hacerse entraña con entraña. Tocar y habitar esa centralidad, mismidad intimísima de cada uno. Dios quiere entrañarse en ti, en mí, en todos. Hacerse entraña en la entraña. Habitar el profundísimo portal de cada uno. Dar vida desde el centro de la propia vida. Entraña que recibe y entraña que fluye. Porque la vida de cada uno acaba hablando de lo que sale de la entraña. De lo que hay en la entraña. De lo que hay en el corazón. El entrañar a Dios mismo, en ese recuerdo del Dios niño que se hace hombre, remueve necesariamente la entraña y la proyecta hacia los demás. Así pues, la Navidad es entrañable. No puede ser de otra forma. Si no se da en la entraña de uno. Si la entraña no se mueve en sentido centrífugo, en un segundo paso, celebraremos otra cosa, pero no la navidad… 


Si esto es así. Si Dios se entraña. Se hace entraña con entraña. La Navidad será por afectividad y recuerdo, unos días en el año. Pero será un año entero de Navidad porque quien se deja entrañar ya no puede vivir del mismo modo. Y de pronto, con su altos y sus bajos, con sus virtudes y defectos más atroces, se pone a caminar día tras día, desde dentro, desde el fuego interior avivado y contemplativo, en pro de los demás, especialmente de los anawines, de los más débiles, de los necesitados… Entrañable, sí…


Así pues, bendita y entrañable Navidad. Lo deseo para todos. Desde mi pequeña y humilde entraña.




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