miércoles, 31 de octubre de 2012

Miremos, si a ustedes les parece...



Estamos en Halloween: Máscaras, fiesta, disfraces, vampiros, bromas, evasión tal vez… Evasión… Mirar hacia otro lado. Ni hacia atrás ni hacia delante… Mirar sin mirar… Lo cierto es que el Halloween ya se ha pegado a nuestras entrañas a través de las jóvenes generaciones. Lo constato pero hoy no voy a entrar en ésto… Me quedo, si me lo permiten, con el mirar para otro lado… Estamos a punto de celebrar la fiesta de los santos, de los difuntos, de aquellos buenos hombres buenos –da igual como fueran-, de aquellos unos de tantos que recorrieron antes que nosotros el camino de la vida con sus sabores y sinsabores, con sus bondades y sus puñetas… Aquellos que caminaron como bien pudieron y supieron. Aquellos que amaron a los suyos, que trataron de hacer lo mejor, que trataron de reír y sonreír, que caminaron… Aquellos que abrieron estelas que hoy, de algún modo, seguimos, sabiéndolo o sin saberlo… Aquellos que trazaron rumbos para los que vinimos después y caminamos a día de hoy… No. Perdónenme ustedes. No pienso mirar para otro lado. Tampoco pienso entristecerme compulsiva y compungidamente al son de tumbas y flores… Es, son días de alegrarse, de agradecer, de mirar en profundidad al ayer y con la mayor de las esperanzas hacia el futuro… Cuánto amor sembrado aún vivo en cada uno de nosotros después de tanta muerte… Cuánta huella dejada en nosotros por nuestros seres queridos más o menos cercanos… Cuánta vida que se sigue haciendo vida en nosotros, creando nuevas estelas que seguirán cuando ya nosotros no estemos y que partirán de estela anteriores… Miremos, si a ustedes les parece, a la vida que fructifica a través de la vida de los que nos precedieron. Con todo el amor que les profesamos, brindemos con ellos y por ellos, alegres de la dicha de su vida que sigue siéndolo de algún modo… Miremos y caminemos... ¿Hay mayor alegría y motivo de fiesta? No. Perdónenme ustedes. No me apunto a los disfraces. Me apunto a algo más hondo, más vivo, más profundo… Con ellos, con ustedes, con los que vendrán… Buenos hombres buenos… Estelas… Vida…

martes, 23 de octubre de 2012

La máquina de escribir



Hace unos días mi buena amiga Verania, buena profesora y amante de la música donde las haya –bendita sea-, compartió un enlace que me dio que pensar…  Se trataba de una curiosa pieza musical de L. Anderson titulada “La máquina de escribir” (de "lío en los grandes almacenes"). Una partitura hermosa, simpática, alegre y conocida por el cine… Allí aparecía, en medio de la sinfónica en pleno, un atrevido músico con su inusual instrumento: Una máquina de escribir. ¿Lo imaginan ustedes?... Me hizo pensar, digo… ¿Cuántas veces en la vida nos dicen, nos decimos, que nuestra música es una y no otra? ¿Cuántas que sin el instrumento adecuado no se puede hacer la música apropiada en cada campo? ¿Cuántas veces los profesionales de la educación o de otros campos han cercenado buenas músicas emergentes? ¿Cuántas la sociedad o el propio ser de cada uno?¿Cuánta buena música se ha perdido en la humanidad, no creen? Y, compréndanme ustedes, no sólo ni necesariamente de música hablo… Cada persona, en su mundo de exclusividad, esconde en sí un inmenso caudal que no siempre emana o no lo hace en su demasía necesaria… Cada persona tiene su propia “máquina de escribir” con la que debe hacer su “música” hermosa, alegre, simpática, vivaz, certera, lógica e ilógica… ¿Saben ustedes de lo que les hablo? Ojalá todos se/nos atreviéramos a meternos entre la “orquesta sinfónica” de turno con nuestra propia máquina de escribir, u ordenador, o vete tú a saber qué… Nuestra música, la de cada uno… En el trabajo, en el descanso, con la familia, con los amigos, con los conocidos y desconocidos, hasta con los enemigos –que, por desgracia, se empeñan en existir-… Pongámonos a la labor, tecla en mano, y hagamos que el mundo sea cada día más hermosos envuelto en la sinfonía inmensa, hermosísima, que todos podemos crear, al unísono, en esa partitura inmensa que es la propia vida, la de todos… Soñemos, creamos, “toquemos” esa música que necesariamente llevamos dentro. El instrumento es lo de menos, siendo esencial, está demostrado… La música, nuestra música…
Para su disfrute aquí les dejo el enlace. Disfrútenlo. Mientras, me voy a ensayar un poco con mi vieja máquina de escribir bajo no sé qué batuta misteriosa… ¿Se apuntan?


jueves, 18 de octubre de 2012

Los retoños del ombú

Hoy me he encontrado con esta historia de Jorge Bucay que me ha hecho pensar desde la realidad de crecientes tensiones que vivimos y que parecen crecer sin medida... Aquí se la dejo. Que lo disfruten:


"Era un pueblo muy pequeño. Tan pequeño que no figuraba en los grandes mapas nacionales. Tan pequeño que solo tenía una plaza diminuta, y en ella un único árbol. Pero la gente amaba a ese pueblo, amaba su plaza y amaba a su árbol; un enorme ombú que estaba justo en el centro(...) Durante años, los jóvenes, los padres de los jóvenes y los padres de los padres de los jóvenes, se habían cruzado diariamente bajo el ombú. Allí se habían fraguado negocios importantes, se habían tomado decisiones relativas al municipio, se habían concertado bodas y se había recordado a los muertos, durante años y años.
 
Un día, algo diferente y maravilloso empezó a pasar; en una raiz lateral, saliendo de la nada, brotó una ramita verde, con dos únicas hojitas apuntando al sol. Era un retoño. El primero que el ombú había dado desde que se lo conocía. Después de la conmoción, se creó una comisión que organizó una fiesta para brindar por el acontecimiento. Para sorpresa de los organizadores, no todos en el pueblo concurrieron al brindis. Había quienes decían que el retoño traería complicaciones.
 
El caso es que unos días después de aparecido el primer retoño, empezó a brotar otro. Y, en un mes más de una veintena de ramitas verdes habían asomado  de las ya grises raices del ombú. La alegría de unos y la indiferencia de otros duró poco. El aviso lo dió el guardia de la plaza. Algo pasaba al viejo ombú. Sus hojas estaban más amarillentas que nunca, eran débiles y se caían con facilidad. La corteza del tronco, otrora carnosa y tierna, se había vuelto reseca y quebradiza. El ombú estaba enfermo y quizá moriría.(...) se formaron dos grupos claramente opuestos. Uno que ponía el acento en el viejo ombú y otro en los nuevos retoños. 
 
(...) Cada grupo, en su afán de conseguir más apoyo, había politizado la situación y obligaban a tomar posición a favor o en contra del viejo ombú. Los defensores del árbol dijeron que la solución era cortar los retoños que le quitaban fuerza y actuaban como parásitos. Los Defensores de la vida, como se hizo llamar el segundo grupo, decían que se debía talar al viejo ombú, que había cumplido su ciclo y que sólo le quitaba agua y luz a los retoños. Finalmente  se decidió llevar la decisión frente al juez de paz, que debería dar su veredicto la semana siguiente.
 
(...) Ese domingo estaba el pueblo dividido por una cuerda, los dos bandos se agredían verbal y hasta físicamente. El griterío era terrible y nadie conseguía hacerse escuchar. De pronto, se abrió la puerta y,  seguido de la mirada de ambos bandos, se escuchó  al juez de paz:
 
-¡Imbéciles!-dijo- Os llamáis a vosotros mismos Defensores del ombú y Defensores de la vida...¿defensores? Sois incapaces de defender nada, pues vuestra única intención es hacer daño a aquellos que piensan de manera diferente. Tanto unos como otros estáis equivocados. El ombú no es una piedra. Es un ser viviente y, como tal, tiene un ciclo vital. Este ciclo incluye dar vida a los que continuarán su misión. Es decir, incluye preparar a los retoños para hacer de ellos nuevos ombúes. Los retoños no podrían morir si el ombú muere, y la vida de éste no tendría sentido  si no fuera capaz de convertirse en una vida nueva.
 
Preparaos , Defensores de la vida. Entrenaos y armaos. Pronto llegará la hora de prender fuego a la casa de vuestros padres con ellos dentro. Pronto envejecerán y empezarán a estorbar en el camino.
Preparáos, Defensores del ombú. Practicad con los retoños. Debéis estar preparados para pisotear y matar a vuestros hijos cuando estos quieran reemplazaros o superaros. 

 ¡Y vosotros os llamáis Defensores! Vosotros lo único que queréis es destruir...
No os dais cuenta que destruyendo y destruyendo, destruiréis también, inexorablemente, todo aquello que queréis defender. ¡Reflexionad! No os queda mucho tiempo.

Y dicho esto bajó lentamente del estrado y caminó hacia la puerta entre el silencio de todos.
...Y se fue."