viernes, 30 de diciembre de 2011

Se acaba un año...

Se nos acaba un año… Hoy y mañana, al igual que los próximos días, enhebraremos la retahíla consabida de felicitaciones y buenos deseos, lo cual no está mal siempre que sean deseos de verdad y no formulismos vacíos de contenido… Hoy y mañana también dejaremos escapar, a buen seguro, aquello de “que se vaya de una vez” ”vaya un añito desastroso” y exquisiteces semejantes no exentas de cierta razón… Pues bien, les invito a respirar un momento y mirar hacia atrás con cierta paz y sosiego… Seguramente han sido muchos los motivos que han hecho que el ya casi extinto 2011 haya sido un año para echarse a temblar pero, por favor, lean entre líneas. Rebusquen los abrazos, sonrisas, momentos de alegría, las satisfacciones, lo mucho recibido y aprendido incluso de lo negativo… No. No lo dejen tan pronto. Sigan rebuscando y no pongan esa cara de “venga ya… no te quedes con nosotros”… Rebusquen ustedes…

Cuando llegó el momento de la cosecha una familia se acercó a sus campos. Habían pasado muchos meses trabajando sin descanso: arar la tierra y prepararla, sembrar la semilla, limpiar la tierra de cuando en cuando… Meses de desvelos, esfuerzos y esperanzas… Las heladas prolongadas habían acabado con parte del cereal naciente… Las lluvias excesivas de primavera habían conseguido que se pudriera parte de la cosecha… La cosa no pintaba bien pero aún había espigas que ya granaban… Por fin, un pedrisco veraniego arrasó casi al completo la cosecha… La familia al borde de su terreno contemplaba estupefacta el desolador panorama… Todo el esfuerzo no había valido para nada y tal como estaban los tiempos… Los lamentos se multiplicaban entre juramentos al cielo del duro agricultor y lágrimas amargas de su mujer que acariciaba a sus hijos… Cuando el silencio se hizo denso y angustioso suspendido de las miradas incrédulas hacia el terreno arruinado se elevó segura la voz del hijo más pequeño: “Papá, mamá, no os preocupéis. ¿No habéis visto la cantidad de flores que han salido en nuestro campo? Son preciosas. A lo mejor les gustan a todos…” Sin apenas haber terminado de decirlo se metió en la tierra y comenzó a recoger aquellas hermosas flores. Lo hacía con un cuidado extremo para su pequeña edad y las iba clasificando en montoncitos de flores semejantes. Mientras lo hacía cantaba una alegre melodía. Sus hermanos, un poco más mayores que él, comenzaron a reírse y se metieron a la tierra a ayudar a su hermano. Pronto los tres reían y cantaban a pleno pulmón. Finalmente los padres, tras mirarse entre sí, dieron el paso hacia la tierra y se unieron a la labor. Dicen en el pueblo que aquel día aquella familia vendió y regaló un montón de flores contagiando una gran alegría a todos. Y cuentan las crónicas del lugar que guardaron y compraron semillas de todo tipo de flores que plantaron en algunos de sus campos y en los de los demás…

Ya ven ustedes… Encuentren las flores, que las hay y disfruten de ellas. Y miren el nuevo año, que se nos da, como oportunidad de sembrar flores, muchas... Que heladas, lluvias y pedriscos habrá seguro –es la vida- pero nunca debemos olvidar al niño haciéndonos encontrar las flores y el sentido de las mismas...

Queridos amigos: Feliz año nuevo lleno de flores de todos y para todos…

jueves, 22 de diciembre de 2011

Del Belén de mi clase


Hace unos días mis alumnos decidieron decorar la clase con motivos navideños. Entre los elementos encontrados y seleccionados montaron un pequeño, aunque digno Belén, con algunos personajes al uso. Como no puede ser de otro modo el centro del mismo lo ocupa el portal con María, José y el Niño. No faltan reyes magos, pastores, animales y demás. Mi sorpresa llegó cuando descubrí que en el Belén de mi clase nadie –ninguno de los personajes- miraba al portal; nadie se dirigía a él y nadie adoraba al Niño recién nacido. Y donde digo nadie quiero decir exactamente: Nadie. En resumen: El portal era el centro pero todos pasaban de él, todos iban a lo suyo mirando a cualquier sitio. Incluso los reyes parecían no tener un rumbo fijo que llevase hacia lo que debería ser su cometido… Y me dio por pensar que mis alumnos metafóricamente habían reflejado su portal de Belén particular y no sé si no el nuestro –de todos- también. ¿Será que miramos para cualquier lado y pasamos de largo de lo esencial aunque esté en el centro? ¿Será que cada uno vamos solo a lo nuestro y olvidamos hasta nuestros cometidos esenciales? ¿Será que hemos hecho de nuestra vida hoy un nuevo Belén viviente digno de la historia bíblica (ya saben, la de que no había lugar para ellos en ninguna parte)?... Y entonces ¿El Dios que nace?...

Ya ven ustedes, sólo son preguntas que a uno le surgen. Preguntas sin importancia… Aunque, por otro lado, las metáforas espontáneas y esenciales ¿No son las más ciertas?... Tal vez mis alumnos hayan dado en el clavo… Tendré que ponerles un diez ¿No creen?... No sé…

domingo, 11 de diciembre de 2011

Estamos de cumple


Compartirán conmigo que la celebración de un cumpleaños es motivo de alegría para la misma persona y para todo su entorno. Fuera de tirones de orejas y presentes reglamentarios, nos llena de gozo el celebrar la vida y el compartirla con los que más nos quieren y a los que más queremos. Pues bien creo que es de recibo recordar un gran cumpleaños que comenzamos a celebrar estos días y que continuaremos celebrando a lo largo de todo el año venidero. Sí, oyen bien: Un año de celebraciones… Y merecidas… Se trata del trescientos aniversario de nuestra institución nacional más antigua, considerada dentro de las cuatro mejores de su género en el ámbito mundial. Por si no lo adivinan me refiero a la Biblioteca Nacional de España, ese gran depósito vivo de nuestra cultura que reúne tesoros de la talla de nuestro Poema del Mio Cid, entre de otros muchos a destacar… Pasear por su seno es y será un poder encontrar, de algún modo, a Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y tantos otros… ¿Cómo no alegrarnos de tan magno acontecimiento? ¿Cómo no plantearse un reposado tránsito para ver la exposición que se inaugura los próximos días? ¿Cómo no saltar de gozo ante labor tan encomiable desarrollada desde los tiempos de Felipe V?

No se trata, también es cierto, de una simple mirada acomodaticia en el pasado –ya saben el tópico de “todo tiempo pasado fue mejor”-, no… De hecho creo un acierto el lema escogido para este aniversario: “300 años de la BNE, una mirada al porvenir”… Toda una mirada y un reto de futuro... Toda una declaración de intenciones… Todo un desafío… Esperemos que alguien, dentro de otros trescientos años, lleno de alegría, escriba unas líneas para celebrar el seiscientos cumpleaños… Soñar no cuesta nada ¿Verdad? Aunque, ¿No soñaron otros durante trescientos años hasta la actualidad?...

Señores, brindo por este cumpleaños pues creo que, aunque a muchos pase inadvertido, es uno de esos eventos a apuntar con letras de oro en la agenda propia… Mientras lo hacen les invito a entonar conmigo un sonoro y rotundo “¡Cumpleaños feliz!”

domingo, 30 de octubre de 2011

Estoy confuso

Pongamos que te vas al super a hacer la compra… De pronto descubres que junto a las galletas que andas buscando se han instalado los productos necesarios para el haloween que en el anterior post ya comentábamos. E ¡Increíble! De pronto sufres un fuerte choque que te hace perder la noción del tiempo y no sabes, entonces, si debes disfrazarte de zombie, comprar las chuches para los niños del vecindario o coger la zambomba y ponerte a cantar, polvorón en boca, aquello de veinticinco de diciembre, fun, fun, fun… Ante tal shock olvidas las galletas, la fruta y los yogures a por los que habías bajado y vuelves a casa con espumillón abundante, chuches de toda especie, pintura de maquillaje para pintarte de muerto viviente y un par de tabletas de turrón del duro que le gusta a tu suegra (no vaya a ser que aparezca de pronto)… Entras corriendo por el pasillo en un estado semi-histérico. Dejas las bolsas sobre la mesa de la cocina. Te golpeas la rodilla contra la maldita silla de siempre. Cojeando entras en el cuarto en que tienes el calendario de la carnicería del barrio y compruebas que estamos a final de octubre… Vuelves a la realidad en un micro-segundo. Tras unos minutos boqui-abierto sin capacidad para moverte vuelves, derrotado, a la cocina con esa cara de memo de las grandes ocasiones. Abres las bolsas. Coges el espumillón como si fuera una aparición milagrosa tras teletransportación galáctica. Lo miras sin comprender y maquinalmente lo dejas aparcado para bajarlo al trastero un día de éstos… Sacas el turrón. Vas y vienes con él en la mano abriendo armario tras armario para colocarlo en el mejor lugar posible para que repose sus dos mesecitos. Por fin decides dejarlo detrás de los botes de las legumbres y las sopas… Te entra hambre por el disgusto y abres el frigorífico para coger un yogur pero… ¡Carajo! ¡Si no los subí! Te preparas, a cambio, un cola-cao calentito y al ir a buscar unas galletitas descubres que no tienes… (Por eso bajaste al super, so tonto)… Cola-cao aparcado en fregadero. Al darte cuenta que tampoco tienes fruta te entra una depre del quince… A punto de llorar coges las pinturas de maquillaje que están en la bolsa de la compra. Te pintas ante el espejo del baño partiéndote de risa como un estúpido. Coges esa camisa vieja que todos tenemos y la desgarras atrozmente cual si fuera un disfraz perfecto. Te la instalas encima pringándola bien de pintura roja. Te miras satisfecho pero parece faltar algún detalle. Te acuerdas del espumillón. Lo coges y te haces una coronita horteroide que luce en tu cabeza. Luego pillas el turrón duro y le pegas un buen mordisco mientras sostienes en la otra mano la navideña botella de champán que dudas si abrir o hacerlo, en su lugar, con la de halloweenero ron para hacerte un buen cubata… En cualquier caso pones la música a tope y bailas como un poseso en el salón mientras la vecina de abajo golpea con la escoba en su techo para que te moderes… Y te planteas, en trance, lo que decía mi amigo Javier en uno de sus últimos tweets: “Estoy confuso. En estanterías vecinas del supermercado conviven las chuches del halloween y los turrones; los espumillones y los disfraces.” 

Pues ya lo saben. Si van al super estos días, tengan cuidado…

sábado, 29 de octubre de 2011

¡Esto no es Haloween!

Hace tiempo que no me pasaba por aquí y creo que va siendo hora de retomar sanas costumbres…

Paseaba ayer por la calle detrás de una madre con su retoño de unos ocho años. El entusiasmo del enano en cuestión era patente, tanto que, a pesar de no tener ningún interés por mi parte, la conversación animada llegó hasta mis oídos de paseante… La criatura revoloteaba nerviosa en torno a su progenitora, más resignada que otra cosa, porque “ha llegado halloween” y “me voy a disfrazar” y " voy a ir pidiendo, con mis amigos, caramelos y dinero a los vecinos”… Les juro que no invento ni media palabra… Anonadado contemplo a la madre que escucha asintiendo ostensiblemente a su hijo mientras le dice: “Vamos que llegamos tarde a inglés”…  Desde entonces no ha dejado de hervirme la sangre. En realidad, y pese al incidente referido, todos los años por estas fechas entro en tal efervescencia… Y es que todos los enanitos del mundo mundial, obviando sus propias costumbres culturales, hacen el guiño preciso al gran mercado en que hemos convertido este chiringuito de la aldea global… Que yo sepa, que tampoco es gran referencia mi cultura, lo que celebramos en nuestro ámbito hispano es el día de los santos en el que hacemos algo muy sano y necesario: recordar a los que nos precedieron en este camino que todos transitamos y que es la vida… Aquellos seres cercanos y queridos que se nos fueron dejando su legado y su impronta en nosotros… La cosa es suficientemente seria y profunda como para echarla en olvido… Pero he aquí que todas las nuevas generaciones, de unos años a esta parte, sueñan con calabazas huecas, con fiestas de disfraces no exentas del juergueo correspondiente en la adolescencia patria, con gorroneo egoistoide fomentado por los mayores que, por no quedar mal, sueltan las chuches o la calderilla que se asila en el bolsillo en ese momento… Me hierve la sangre... ¿Hasta tal punto somos capaces de dejar de lado lo nuestro por asilarnos en la aldea global que nos marca el mercado –que no la cultura-? ¿No tenemos suficiente riqueza propia como para tener que importar las ajenas de mundos anglosajones?... No. No se trata de defender como energúmenos que nuestra tradición es mejor que otras, ni de plantarse en una postura conservadurista absurda. Incluso es comprensible que a niños y adolescentes les resulte más atractivo lo festivo que nuestra seriedad de estas fechas, pues la verdad es que el planteamiento de la fiesta en sí es atractivo y divertido. Aún así lo nuestro es lo nuestro y tiene su sentido cuidarlo en aras de no perder una identidad que se ha fraguado a lo largo de siglos y riquezas culturales confluyentes. Incluso pensemos que toda cultura tiene algo de educativo y la muerte, querámoslo o no, es algo que forma parte de nuestra vida y es algo que también nuestros niños y jóvenes deben comprender y asimilar… Así pues creo que la fiesta de los santos tiene mucho sentido y me niego a caer en ese mundo pseudo-blandito y extraño que nos imponen desde fuera. Señores, he aquí mi voto en contra del haloween y mi voz a favor de nuestra propia cultura… Luego que cada cual haga lo que quiera…

jueves, 21 de julio de 2011

Para echarse a temblar

Ayer leía en prensa uno de esos sesudos estudios elaborados por una Universidad española. Al contrario que otras irrisorias elaboraciones pseudo-científicas, ésta llamó mi atención. Verán, se trataba de un estudio realizado en base a unos dos mil universitarios españoles. En él se hacían preguntas de cultura general, de la que debe ser asimilada en la educación secundaria y casi en el contagio diario… ¡Pardiez! ¡Resultado positivo, seguro!... Pues, contra pronóstico, resultó todo lo contrario… ¡Échense las manos a la cabeza, por favor! Un ochenta por ciento de los universitarios cometen faltas de ortografía significativas. La mayoría son incapaces de nombrar dos premios nobel españoles o de situar algunas capitales de provincias de nuestro territorio patrio. Y, para guinda, entre otros muchos ítems, bastantes no saben el año del descubrimiento de América. ¡Dios nos asista!... La mayor parte de los errores tiene que ver con materias afines a le lengua española. ¡Horror!... ¿Cómo se les queda el cuerpo? Pues esa misma sensación tuve y tengo yo…
Recordé, al hilo del artículo de marras, otra noticia de prensa aparecida no hace muchos días y que venía a decir que los españoles cada vez leemos menos… El veintisiete por ciento se declaran lectores habituales –leen todos o casi todos los días- (permítanme ser escéptico a esta cifra). Y desde ahí la hecatombe… el cuarenta y tres por ciento no lee nunca o casi nunca ¡Temblemos! El cinco por ciento lo hace alguna vez al trimestre, o sea “nunca”. El ocho por ciento leen alguna vez al mes ¿Eso es leer? Y el dieciséis restante lee una o dos veces a la semana… En definitiva, estamos hablando de más de un cincuenta por ciento y casi un sesenta de pobladores de nuestro país que sencillamente no leen. ¿Qué podemos esperar de semejante situación?
Sigamos con los estudios: En las pruebas que miden las capacidades básicas de nuestros alumnos de quince años, la referente a las destrezas lectoras, es decir, las que miden la capacidad de un individuo para entender, emplear y reflexionar sobre textos escritos para alcanzar sus objetivos, desarrollar su conocimiento y potencial, y participar en la sociedad –ahí es nada-, arrojaba el siguiente resultado: Estamos en el puesto catorce de diecinueve en el baremos de países participantes. Concretando, el veinticinco por ciento de nuestros alumnos de quince años muestran una destreza lectora adecuada; el setenta y cinco por ciento restante tienen dificultades de diverso grado, habiendo un veintitrés por ciento con muy serias dificultades en lectura. Es como para estar al borde de un ataque, ¿No creen?
Traigamos el estoque, después de lo dicho. En una de nuestras autonomías patrias, uno de esos politicastros que no nos merecemos, chupóptero y marisabidillo él, salía ante la prensa ufano y crecido a dar buenos resultados… Se trataba de un alto representante de la educación autonómica que enarbolaba como acierto de partido, extensible al sentimiento regional propio, la mejora en resultados académicos. Y es que el índice de fracaso escolar había bajado después de varios años. Hasta aquí algo para enorgullecerse, sin duda. El problema llegó cuando el soplagaitas de turno enarboló las cifras… El veintinueve con mucho por ciento no supera la Educación Secundaria Obligatoria. La victoria es que habíamos bajado del treinta por ciento… ¿Cómo? ¿Se ríen?... Casi treinta de cada cien alumnos no superan la Educación Secundaria y eso es una victoria… Y los que pasan no saben hacer la o con un canuto, tienen faltas de ortografía a tutti pleni, no saben las capitales de provincias, leen nunca o casi nunca, pero mejora nuestro fracaso escolar… Para echarse a temblar o para partirse de risa, no sé cuál es la mejor opción… Lo que sí sé es que estamos generando un país de incultos, de analfabetos lleno de generaciones preparadas con las mayores lagunas de la historia y todos nos quedamos tan contentos… Pues como no espabilemos y le metamos mano a ésto, mal futuro nos espera… Mientras, sigamos aguantando a politicastros que nos engañan como a chinos, porque no hay mayor facilidad de engaño que la que se ejerce sobre aquellos cuyo juicio crítico, en base a una amplia cultura, no ha sido adecuadamente desarrollado… Lo dicho, para echarse a temblar…

lunes, 18 de julio de 2011

La confirmación que no tenía

Hace unos pocos años conocí a una persona que tenía epilepsia. Fui testigo de alguno de sus ataques y dialogué bastante con ella sobre la enfermedad que condicionaba su día a día desde la infancia. Recuerdo que una cosa que me chocó profundamente es que afirmaba que, cuando tenía un ataque, le tranquilizaba mucho que alguien cogiese su mano y le acariciase diciéndole palabras amables… Aquello se me quedó grabado como una duda razonable aunque nunca más hube de echar mano de ella… Hasta hace un par de meses, momento en que me tocó asistir a una persona que tenía un severo ataque de esos que ponen los pelos de punta y asustan al más templado… Me vi en tal tesitura junto con otra persona… Entre los dos hicimos lo que bien pudimos… Mi compañero aseguró que no se mordiera la lengua ni corriese otros riesgos y a mí, sorprendentemente, y juro que fue una respuesta instintiva, me salió coger su mano, acariciarla y tratar de decir palabras tranquilizadoras… Durante toda la crisis me pregunté si mi papel había servido para algo con una culpable sospecha de inutilidad. El otro asistente me miraba, mientras se afanaba con la boca del enfermo, como si viese a un loco –creo que todos lo hubiésemos hecho ¿no creen?… En definitiva, pasó el ataque y acompañamos a urgencias al susodicho… Tras dos horas de espera y atención pertinente apareció su familia que se hizo cargo de él… Por mi mente, según marchábamos se repetía, como un eco golpeando entre los riscos, la duda de si mi actuar había servido para algo; de si el caso de aquel conocido era único o les podía servir a todos los epilépticos… Salíamos casi por la puerta cuando oímos que nos llamaban. Los familiares de enfermo le acompañaban –salía por su propio pie y ya despejado-. Al llegar a nuestra altura, con un sincero gracias, alargó la mano y se la estrechó afectuosamente a mi compañero asistente. Luego se giró a mí, me miró a los ojos y me dio un abrazo… Profundamente sorprendido giré sobre mis talones y cada uno nos fuimos por nuestro lado… Creo que ese día obtuve la confirmación que no tenía…

jueves, 14 de julio de 2011

Se me ha casado Juanan

Pues sí, y que no se me enfade nadie por dedicar este artículo abiertamente cuando he podido no hacerlo en otras ocasiones similares… La verdad es que, por muchas razones, se lo debía a un buen amigo… Verán, Juanan es de esa buena gente que uno se encuentra muy de vez en cuando. Es palentino y ya se sabe que ellos, como dijo Santa Teresa: “son de la mejor pasta”. Pues bien, mi amigo cumple el papel a la perfección… A Juanan lo conocí cuando era un chavalillo de quince años, lleno de sueños e ilusiones, al igual que toda su pandilla… Ya apuntaba maneras de cabezota, lo cual ha confirmado la vida y el paso de los años, pero también de magnífico buscador, de buena gente, de constante comprometido con las causas en las que cree, del educador que hoy es, de… Desde entonces hasta hoy he tenido la suerte de compartir mucho con él, desde pinitos teatrales hasta charlas de profundidad, desde tareas diversas de todo tipo hasta compromisos reales que fue asumiendo en diversas etapas… Y ahora tengo la suerte de compartir su felicidad en un nuevo paso vital: su matrimonio… No ocultaré que su cara de “besugo enamorado” era un poema -lo cual es bueno, sin duda- y éso, además, indica la profundidad con la que vive las cosas esenciales… Y es que su hoy esposa, Cris, mujer guapa, cariñosa, sensible, comprometida, -con la que también he tenido la suerte de coincidir de cuando en cuando- es un hermoso remedo de su marido, como su marido lo es de ella… Entonces, uno tiende a pensar que Dios tiene que ver en estas cosas, en estos encuentros, en estos amores, en estos pasos de compartir vida… Así que ya ven ustedes, que estoy más contento que unas castañuelas y no por mi precisamente, sino por un buen amigo que se me ha casado y al que le debía estas líneas… Ya ven qué tontería: Se me ha casado Juanan…

Juanan, Cris, sed muy felices.

jueves, 7 de julio de 2011

El duende del Camino

No piensen ustedes que les voy a contar un cuento. No. De hecho mis pies y mis músculos atestiguan lo contrario… Verán: hace apenas un par de días regresé después de realizar el Camino de Santiago. Para ser exactos, los 115 últimos kilómetros del Camino francés. No era mi primera vez, sino la tercera, así que ustedes podrán pensar que nada nuevo había bajo el sol de tal vivencia para este menda que les habla. Craso error. El Camino siempre tiene algo nuevo, algo de descubrimiento, algo de… que no puede apenas definirse con palabras… El Camino se convierte en experiencia propia, individual, intrapersonal e inasible sino es desde dentro… Es la experiencia del peregrinaje físico –externo- que, les aseguro, no es un camino de rosas… El caminar se hace duro, las fuerzas llegan a abandonar, las heridas, dolores y rozaduras pretenden ganar la partida contra uno mismo… Pero ahí surge, milagroso, el afán de superación, de transgredir la adversidad y lanzarse hacia la meta soñada, intuida… Meta que al fin se alcanza desbordándose en una alegría difícil de explicar y que a muchos parecerá inaudita… El camino es ir siguiendo, confiado, esas flechas indicadoras una y otra vez, cruce a cruce, paso a paso, kilómetro a kilómetro… ¿No será, de algún modo, un trasunto de la propia vida, del camino propio?... Y el camino es la relación, la comunicación… En esta ocasión viví la experiencia con otras veinte personas, adolescentes y profesores que compartimos día a día en el Colegio. He de decir que la experiencia grupal ha sido magnífica. La relación inmejorable. El apoyo mutuo indescriptible… El camino se ha llenado de gestos, de un sencillo pero profundo estar al lado de, de sonrisas, de palabras apropiadas, del saber estar ahí… Si lo relacional es asombroso siempre, esta vez lo ha sido en demasía. Así que, permítanme, y contra mi costumbre, poner nombres propios y agradecer con todo el ansia debida a mis compañeros de viaje que lo hicieron inigualable: Ana, Sergio, Iván, Frank, Omar, Puli, Sara, Álvaro, René, Nagore, Carlos, Cova, Miguel, Humberto, Paula, Carmen, Alfonso, Iván, Amable y Rafa, que tuvo la magnífica idea de echar a rodar y hacer realidad este maravilloso “chiringuito”… A todos vosotros, compañeros de Camino: ¡Gracias! Todo se hace más fácil cuando alguien camina realmente a tu lado y eso lo habéis hecho realidad cada día… Sencillamente ¡Gracias!

Ojalá hubiesen ustedes visto las caras de todos al llegar a la Plaza del Obradoiro, es algo que guardaré como un tesoro en mi memoria de caminante… Esas caras, esas sonrisas, ese abrazo espontáneo, lo decían todo…

Y al final, envuelto en el rumor sordo de los pasos en mitad de unos rincones naturales plenos de belleza, oigo las palabra de todos al compartir el final de la experiencia: “el año que viene repetimos” porque, como decía alguien esa misma noche: “el camino tiene un no sé qué que no se puede explicar”… El camino tiene algo, tiene duende… el duende de la experiencia personal. El camino se convierte en encuentro con uno mismo –lo primero-, con otros, y tal vez con Dios –para el que lo viva así-. Pero se viva como se viva, el camino engancha, el camino tiene duende…

Ojalá el camino de la vida siga haciendo que nuestros caminos sigan cruzándose y que sigamos caminando detrás de las propias flechas, junto a un grupo que se ha consolidado como tal. Ojalá el año que viene retomemos el Camino de nuevo. Mientras, disfrutemos el camino del día a día y digámonos una vez más con una sonrisa, o con cara de no poder más: ¡Buen camino! Y ya de paso, que caminemos juntos, bastón en mano… Dejemos que el duende siga vivo. El duende del camino…

domingo, 3 de abril de 2011

¿Educaqué?

Hace no muchos días acerté a ser testigo de una de esas situaciones chuscas y cuasi-surrealistas que solo pueden darse en nuestro país de pandereta… Verán: Programa de educación en valores y de prevención de drogodependencias de un ayuntamiento patrio; alumnos de educación secundaria participan en la actividad; se trata de una buena película escogida con acierto en cuanto a temática y calidad. Hasta aquí todo perfecto. Revuelo inicial del chiquillerío al entrar y acomodarse en la sala. El maestro de ceremonias del evento toma el micro y, no sin cierta dificultad pese a la megafonía, logra que los adolescentes se callen. Da cuatro pinceladas esbozando lo que van a ver y, sorpresa, presenta a algunas personas que allí aparecieron: “Son miembros de una comisión europea de educación que vienen a conocer el programa y su aplicación”. Comisión europea, ahí es nada… Murmullo admirativo en el personal, apagón de luces y… Chillidos, silbidos, aplausos, pataleos… Juro que no exagero nada, ¡palabra!… Afortunadamente, tras los primeros minutos del film se estableció un ambiente más clamado aunque en ningún momento silencioso; roto, claro está, por comentarios a voz en grito jaleados por compinches dispuestos a la carcajada histriónica sin límite… Eso sí, con la anuencia de los profesores, algunos totalmente desaparecidos –hay que tomar el cafetito-, otros presentes como convidados de piedra… Imagínense el panorama… Todo pudo quedar ahí, pero no: A falta de unos diez minutos para el final, todo un grupo de un centro educativo (calculo entre cincuenta y cien chicos), previa voz en grito de uno de sus profesores se levantan en bloque y, sin cortarse un pelo, cual si la película hubiese terminado, salen de la sala gritando y comentando la jugada… De ahí en adelante no hubo forma de seguir la película pues el griterío fue ensordecedor… Les juro que sentí vergüenza, sonrojo absoluto y pensé: He ahí nuestra educación patria… No quiero ni pensar lo que se les pasaría por la cabeza a esos representantes educativos europeos viendo lo que vieron… Y eso que, según parece, se les trataba de vender la moto… Lo dicho, nuestra España de chirigota y pandereta, plena de educación y buenas maneras, como siempre…

jueves, 31 de marzo de 2011

Hakuna matata o el efecto mañana

Tengo la suerte de pertenecer a un grupo de amigos de ésos con los que da gusto estar y compartir, de ésos con los que se han vivido muchos proyectos, historias, aventuras y desventuras… Un grupo de amigos forjado a base de roce, buenos modos y cariño, como no podía ser menos… Hoy estamos desperdigados por lugares diversos pero mantenemos esa unidad y esos rasgos de identidad que nos hacen sonreír y acordarnos de los demás… Verán, un miembro de este grupo, desde hace años, tenía y tiene la costumbre de, ante los días malos y las dificultades que surgen a menudo, retomar dos palabras claves de una canción: “Hakuna matata” y con ellas la filosofía de la misma… ¿Les suena? Se trata de un tema de la banda sonora de la película y del musical “El rey león”… Les invito, si no la conocen, a escucharla con detención y gustar las palabras que ya, en nuestro grupo de amigos, repetimos obstinadamente en la vida diaria, siempre con el sonsonete cantado, porque, han de saber ustedes que el contagio grupal es completo en este caso… Ante toda dificultad y momento bajo: “Hakuna matata” y la sonrisa consiguiente…

No negaré que últimamente andaba este menda algo cansado, preocupado de más y sin mucha alegría en el cuerpo, por no decir lo contrario… En ocasiones escuché la canción de marras, o la canté o repetí las palabras “talismán”… No siempre tuvieron éxito, lo reconozco, pero sirvieron para recordar a buena gente, que no es poco…

El pasado fin de semana, recién estrenada la primavera y con cambio de hora de por medio pude dejarme caer por Madrid y disfrutar de museos y espectáculos diversos. Entre ellos pude ver el musical: Annie. Espectáculo veterano (se estrenó en Broadway en 1977) aunque no considerado de los “grandes”, sin duda… Disfruté de esa sencilla pero entrañable historia… Dentro de la misma hay una canción que conocía pero casi había olvidado y que hizo vibrar no sé qué cuerdas al escucharla: “Mañana”. Esta es su letra:

El sol brillará mañana

que te apuestas tú a que mañana

sale el sol.


Si piensas que habrá un mañana

todos tus problemas y tus dramas,

nada son.


Cuando el día es muy gris

o estoy muy triste

la cabeza levanto y digo así... oh


El sol ya saldrá mañana,

es mejor que espere hasta mañana

y Dios dirá:


mañana, mañana,

te quiero, mañana

pues hoy es un día más.

Cuando el día es muy gris

o estoy muy triste

la cabeza levanto

y digo así... oh

El sol ya saldrá mañana,

es mejor que espere hasta mañana

y Dios dirá:

mañana, mañana

te quiero, mañana

pues hoy es un día más.


mañana, mañana

te quiero, mañana

pues hoy es un día más.


De pronto nuestro Hakuna matata extendió su marea a través del inocente y pegadizo “mañana” que he escuchado estos días hasta la saciedad dejándome empapar de su profundidad, de su optimismo, de su esperanza… La pequeña huérfana Annie animó a sus compañeros de viaje ficcional, dentro de la historia, y también al público... Se disiparon nieblas, nubarrones y lluvias plomizas y, si no lo hicieron, al menos quedó la certeza de que el sol brilla y brillará mañana…

Así que me instalé la sonrisa, no la artificial, sino la que sale de lo hondo y me dije pensando en nuestro hoy londinense amigo y en todo nuestro grupo: “Hakuna Matata”… Y me lo vuelvo a decir y, si me permiten la presunción: díganselo, apúntense al efecto mañana y hakuna matata, que no será milagroso pero ayuda a ir tirando… Ya saben, pongan estas canciones, gústenlas y sonrían mientras cantan, sobre todo si el día no va bien…